La toxoplasmosis es una enfermedad causada por el protozoo parásito llamado toxoplasma. Se diferencian varios tipos de la enfermedad. La toxoplasmosis aguda se manifiesta 1‑3 semanas después del contagio y tiende a ser asintomática. En algunos casos puede parecerse a una enfermedad viral común y no es raro que los pacientes padezcan inflamación de los ganglios linfáticos en el cuello y debajo de la mandíbula inferior. En personas con inmunodeficiencia, como son los pacientes con SIDA o los trasplantados, incluso una antigua infección latente puede reactivarse y convertirse en una mortal forma cerebral /más a menudo suele ser la consecuencia de la reactivación de una infección latente que de una reciente/aguda/. En el resto de personas, la infección aguda pasa espontáneamente dentro de unos meses y se convierte en la llamada toxoplasmosis latente, o sea, la forma de toxoplasmosis más frecuente. Esta se manifiesta por la presencia de los anticuerpos IgG en la sangre del infectado (por lo cual este ya no puede ser infectado otra vez) y el parásito en estado latente en algunos de sus órganos, como el cerebro, los músculos y los testículos. El tipo más insidioso de la infección es la toxoplasmosis congénita que ocurre cuando una mujer ha sido infectada durante el embarazo (lo que sucede bastante raramente) y la infección fue transmitida al feto en desarrollo a través de la placenta. En el primer trimestre de embarazo, el riesgo de que la infección se transmita de la madre recientemente infectada al feto es un 15%, pero las consecuencias pueden ser muy graves (malparto, trastorno de desarrollo en el niño, incluido hidrocefalia y microcefalia). Si la madre fue infectada en el tercer trimestre, el riesgo de transmisión es un 70%, pero las consecuencias suelen ser menos graves y de carácter funcional, como la inflamación de la retina. La probabilidad de que la infección se transmita de la madre al bebé y de que le cause daño al feto puede ser reducida administrando medicamentos contra la toxoplasmosis aguda a ambos la mujer infectada y el bebé recién nacido. El último tipo es la toxoplasmosis ocular. Muchas veces, pero no siempre, la retina suele ser dañada como consecuencia de infección congénita. La inflamación de la retina puede repetirse varias veces y llevar a la pérdida de la vista en el ojo afectado.